viernes, 18 de marzo de 2011

La Envidia

El mundo está al revés.
Todo pecado da placer. No puede existir un pecado sin placer.
Si un pecado no da placer, no es pecado. Es enfermedad.
No conozco a ningún envidioso que disfrute con ese sentimiento.
La cuestión es otra: sentir envidia es una enfermedad, provocarla es un pecado.
La envidia como pecado es el más sutil de los pecados capitales.

Si no me equivoco fue Séneca quien dijo: “Entre no desear y tener, da lo mismo”.
Provoca la envidia ese que tiene y desea que el otro aspire a eso que él tiene.
Provocar envidia nace de la soberbia.
Todo soberbio se sabe (inconcientemente) un desdichado. Su pequeñez es tanta que, aun siendo superior, necesita minimizar al otro. Su placer nace de la opinión del otro.
Y todos los que viven de la opinión de otro, lo hacen porque no tienen nada propio.
El que provoca envidia rivaliza, dice: “Compite conmigo”.

¿Por qué una persona puede sentir placer al provocar la envidia? ¿Qué lo motiva?
De seguro lo mismo que nos motiva a vivir, a mentir, a matar: sexo, poder o dinero.
En el caso de la envidia, creo que es sólo el poder.
Es decir, una persona con poca autoestima, se quiere mostrar a sus iguales, como un ser superior, no distinto.
El instinto animal de subir en la escala de la depredación, es lo que motiva a esa persona a provocar envidia.

El envidioso justifica su envidia dándole carácter de injusticia. Quizá tenga toda la razón con respecto a la injusticia, pero equivoca el sentimiento.
El envidioso quiere que lo envidien, esa es su enfermedad. También posee baja autoestima.
Uno no puede existir sin el otro, los dos padecen un mismo mal con distinta expresión: uno está enfermo, el otro peca. Los dos dañan a la humanidad.

Tengo más simpatía por el envidioso que el envidiado.
Al envidioso le recomendaría: en vez de sentir envidia por lo que el otro tiene, podrías ensayar el sentimiento de lástima y rezar por su complejo. El que provoca envidia es un acomplejado.
Quizá si rezas por la sanidad del complejo del otro, se te cure el tuyo.
El envidioso también es un acomplejado.

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