domingo, 10 de julio de 2011

JUICIO FINAL

Imaginemos que Diosito nos interroga en el juicio final.

Dios diría:

“Tú sabes que eres mi hijo y el resto del prójimo son tus hermanos. Si tú eres mi hijo, debes saber que te mandé con una misión, misión conocida por ti, pero ahora la repetiré. Tu misión, como ser de luz, es irradiar tu luz. Yo te di la libertad de elegir la luz, puedes irradiar lo que te de la gana. Si tú eres un ser de luz, la primera pregunta es, ¿qué luz propia irradiaste? Esta es la pregunta fácil, que tú hiciste difícil. Te daré algunas pistas de tu mal comportamiento. Infierno es el lugar donde no te conviene ser quien eres, esto es, la incongruencia te da seguridad. Cielo, es el lugar donde te conviene ser lo que eres, y si no lo haces, si no eres quien eres, si no irradias tu propia luz, este cielo se transformará en un infierno. (Siempre estás en el cielo, depende de ti.) Vamos ahora a la segunda pregunta, la pregunta difícil. La primera pregunta se refería del amor a ti mismo, te amas si eres capaz de irradiar lo que tienes dentro, te odias si no te atreves a irradiar o no sabes que irradiar. La segunda pregunta tiene que ver con el amor al prójimo. (Como este juicio es a un básico, ni siquiera le preguntaré qué es prójimo.) Bueno… ya sabes que vinimos a amarnos unos a otros, que todos somos hermanos, nada para mí que no sea para ti, que todos somos hijos del mismo padre, etcétera, etcétera. No se me ocurrió nada mejor, para que ustedes los humanos se demuestren su amor, que hacer poco de lo mejor. Por ejemplo, un buen vino rico es muy agradable de beber, pero ese buen vino no alcanza para todos. La pregunta difícil es ¿qué hiciste tú para repartir lo mejor entre todos, te convenga o no? Los dones que yo te di ¿los usaste para repartir mejor el vino o para quedarte con la mejor parte del vino? No me pongas esa cara. Los dones que yo te di: tu inteligencia, tu buena educación, tu clase social, tu buen porte, etcétera. Esta es la prueba que yo, tu Dios, te he puesto: Primero, irradia tu luz, ese es el cielo. Apagar la luz interna es vivir en el infierno, aunque lo disfraces de seguridad. Si no sabes cual es tu luz interna, empieza a buscarla, está detrás de tus mecanismos de defensa. Segundo, lo poco que hay es para todos, compartirlo es amor. Como todo lo hiciste mal, vas a tener que volver a repetir el ciclo. Ahora que partes en este segundo ciclo, te contaré el secreto del éxito: cuando compartimos lo poco, alcanza para todos y sobra; no guardes para mañana. ¡Huy! Antes que se me olvide, te tengo otra pregunta, ¿fuiste cielo para con tu prójimo, o fuiste infierno para con tu prójimo?”

1 comentario:

Claudia dijo...

Creo que siempre somos nosotros los que decidimos estar en el cielo o quedarnos en el infierno. Cuando estamos en el estado de cielo es fácil irradiar nuestra luz, lo difícil es permanecer ahí, por eso, es importante estar consciente para darnos cuenta cuando nuestro ego o mecanismo de defensa nos atrapan y nos manda directamente al infierno.Expandiendo y compartiendo nuestra luz entramos al AMOR